viernes, 31 de agosto de 2012

LECTURA: EL HOMBRE QUE FUE JUEVES



                                                                    EL HOMBRE QUE FUE JUEVES

CAPÍTULO PRIMERO

LOS DOS POETAS DE SAFRON PARK
                                                     (395 PALABRAS)
 

El barrio de Saffron Park —Parque de Azafrán— se extendía al poniente de Londres, rojo

y  desgarrado  como una nube del crepúsculo. Todo él era de un ladrillo brillante; se destacaba  sobre  el  cielo fantásticamente, y aun su pavimento resultaba de lo más caprichoso: obra de un constructor especulativo y algo artista, que  daba  a  aquella arquitectura unas veces el nombre de "estilo Isabel" y otras el de "estilo  reina Ana", acaso por figurarse que ambas reinas eran una misma.

 

No sin razón se hablaba de este barrio como de una colonia artística, aunque no se sabe qué tendría precisamente de artístico. Pero si sus pretensiones de centro  intelectual parecían algo infundadas, sus pretensiones de lugar agradable eran justificadísimas.  El extranjero  que  contemplaba  por  vez primera aquel curioso montón de casas, no podía menos de preguntarse qué clase de gente vivía allí. Y si tenía la suerte de encontrarse con uno  de  los  vecinos  del barrio, su curiosidad no quedaba defraudada.

 

El sitio no sólo era agradable, sino perfecto, siempre que se le considerase como un sueño, y no como  una superchería.  Y  si  sus moradores no eran "artistas", no por eso dejaba de ser artístico el conjunto. Aquel joven —los cabellos largos y castaños, la cara insolente— si  no  era  un poeta, era ya un poema. Aquel anciano, aquel venerable charlatán  de  la  barba  blanca  y enmarañada, del sombrero blanco y desgarbado, no sería un filósofo ciertamente, pero era todo un asunto de filosofía. Aquel científico sujeto —calva de cascarón de huevo,  y  el pescuezo  muy flaco y largo— claro es que no tenía derecho a los muchos humos que gastaba: no había logrado, por ejemplo, ningún  descubrimiento  biológico;  pero  ¿qué hallazgo biológico más singular que el de su interesante persona? Así y sólo así había que considerar aquel barrio: no taller de artistas, sino obra de arte, y obra delicada y perfecta. Entrar en aquel ambiente era como entrar en una comedia. Y sobre todo, al anochecer; cuando, acrecentado el encanto  ideal,  los  techos  extravagantes resaltaban sobre el crepúsculo, y el barrio quimérico aparecía aislado como un nube flotante. Y todavía más en las frecuentes fiestas nocturnas del  lugar  —iluminados  los jardines, y encendidos los farolillos venecianos, que colgaban, como frutos monstruosos, en las ramas de aquellas miniaturas de árboles.


1 comentario:

  1. La presente lectura te servirá para practicar y mejorar tu habilidad lectora.

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