lunes, 24 de febrero de 2014

La gallina degollada narrada por Alberto Laiseca

Horacio Quiroga: La Gallina Degollada (Parte 2 de 2) (Serie Textos Narra...

Horacio Quiroga: La Gallina Degollada (Parte 1 de 2) (Serie Textos Narra...

Corazón Delator de Edgar Allan Poe. Animación de 1953 (subtitulado)

EL CORAZON DELATOR (EDGAR ALLAN POE) por ALBERTO LAISECA

EL CORAZON DELATOR - EDGAR ALLAN POE

El Corazón Delator - Edgar Allan Poe

HISTORIAS- El Corazón Delator- (Edgard Allan Poe)- Audiolibro- Español

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miércoles, 19 de febrero de 2014

El corazón delator, de Édgar Allan Poe



EL CORAZÓN DELATOR
                                                                                          Édgar Allan Poe
¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.
Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
-¿Quién está ahí?
Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.
Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.
¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.
Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!
FIN


Libros de texto autorizados por la SEP

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Conferencia magistral del Dr. Ángel Díaz Barriga


Compañeros (as) maestro (as):
Padres de Familia:

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¿Quién es el Dr. Angel Díaz Barriga?

                           Doctor Ángel Díaz Barriga Sasales

Tiene el campo educativo un baluarte de compromiso, producción y rigor intelectual


Ángel Rogelio Díaz Barriga Casales es doctor en Pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM, obtuvo el grado en 1993 con mención honorífica. En 1986 se graduó como maestro en Pedagogía por la FFyL, también con mención honorífica. Sus estudios profesionales los realizó en la Escuela Normal Superior del Estado de Coahuila, donde se graduó como Maestro de Segunda Enseñanza en la especialidad de Pedagogía y técnico en Educación, en 1974.
Ingresó a la UNAM en 1975 como profesor asociado “A” de medio tiempo, adscrito al Centro de Didáctica de la UNAM. En 1979 obtuvo por concurso abierto el nombramiento de investigador asociado “A” de tiempo completo en el Centro de Investigaciones y Servicios Educativos (CISE). En 1985 fue adscrito al Centro de Estudios sobre la Universidad (CESU), entidad académica en la que obtuvo diversas promociones hasta que, en 1994, obtuvo el nombramiento de investigador titular ”C”.
A lo largo de las últimas décadas sus actividades académicas han sido objeto de diversos reconocimientos. Ingresó al SNI el 1987 y desde el año 2000 le ha sido asignado el nivel III. En el Programa de Primas al Desempeño, PRIDE, de la UNAM, ostenta desde 1993 el nivel D. Es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Asociation FrancophoneInternationale de Recherche en Sciences de l’Éducation (AFIRSE) con sede en París, del Consejo Consultivo del Programa Interuniversitario de Doctorado en Educación de la Universidad Nacional Tres de Febrero, en Buenos Aires, Argentina.
Asimismo, le ha sido conferido el grado de doctor honoris causapor cuatro instituciones: el Consejo Superior de la Universidad Nacional Lomas de Zamora, Argentina, en 2008; la Universidad de Colima, en 2009, la Universidad Autónoma de Tlaxcala, en 2010 y en 2011 por la Universidad Autónoma de Baja California. En 2009 recibió el Premio ANUIES por su contribución a la educación superior en la categoría de aportaciones académicas. En 2011 el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) le concedió la distinción Mérito de Investigación Pablo Latapí por sus aportes a la educación
Su trabajo de investigación ha incluido tanto la coordinación de proyectos colectivos como la realización de proyectos individuales, que suman 12 en cada caso, de los que se han desprendido un elevado número de obras publicadas, de la más alta calidad, a saber un total de 35 obras, 16 de ellas de autor, de las cuales siete son libros (uno en prensa) y nueve son cuadernos de investigación, nueve libros como coautor y diez más como coordinador. A esto se suman 56 capítulos en libros y 84 artículos en revistas especializadas.
Como muestra del impacto de su obra, cabe destacar que cinco de sus libros de autor han tenido, en conjunto, casi 30 reimpresiones o rediciones corregidas y aumentadas, y también han tenido reimpresiones cinco de sus libros como coautor o como coordinador.
Ha publicado en la UNAM, en otras entidades educativas como ANUIES, UAM, UPN, las universidades de Colima, Michoacán, Tamaulipas, Veracruz y Tabasco, el CEE, el COMIE, entre otras; en editoriales prestigiadas en México, Argentina y España y en revistas especializadas reconocidas e indexadas de México, Argentina, Uruguay, Italia, España, Chile, Brasil y Colombia.
Sus principales aportaciones en el campo de la investigación se ubican en tres ámbitos: la didáctica, el currículo y la evaluación educativa. En el campo de la didáctica se inscribieron en un movimiento latinoamericano que dio un paso adelante al debate de esta disciplina en la década de los sesenta. Lo que ha permitido situarla en su dimensión conceptual y práctica, así como en su contexto social e histórico, entendiendo la problemática del trabajo docente como una tarea que no puede circunscribirse al ámbito técnico, del dominio y aplicación mecánica de instrumentos. Su obra abrió nuevos derroteros en el entendimiento de la acción didáctica al establecer la importancia que tienen las concepciones sobre la educación —las llamadas teorías educativas— como elementos indispensables para construir diversas propuestas de enseñanza y aprendizaje, situadas en la historicidad y el contexto latinoamericano.
En sus primeros trabajos advirtió la necesidad de superar una perspectiva que reduce el trabajo docente a la aplicación mecánica de una serie de estrategias instruccionales; por el contrario, percibió la necesidad de encontrar una forma de lograr articular dos disciplinas educativas de origen diverso: la didáctica y la teoría curricular, sintetizando los valores del humanismo y de búsqueda de logros derivadas de aquéllas.
El doctor Díaz Barriga identificó el programa escolar como un espacio donde se articulan las exigencias de autonomía que demanda la tarea docente y las necesidades de atender a un logro educativo, en una perspectiva eficaz. El resultado de este análisis concluyó en su libro,Didáctica y currículo. Articulaciones en los programas de estudio. Esta veta de su trabajo se encuentra en sus obras posteriores, como El docente y los programas de estudio. El sentido fundamental del trabajo es devolver al maestro la responsabilidad de la construcción de las propuestas metodológicas. También ha realizado desarrollos sobre el objeto de estudio de la didáctica y sus problemas conceptuales, lo que se plasma en los libros Didáctica, aportes para una polémica Pensar la Didáctica.
En el campo del curriculum, destaca su obra inicial, Ensayos sobre la problemática curricular. Sus estudios lo llevaron a comparar la propuesta que provino del movimiento tecnicista estadounidense con las diferentes experiencias gestadas en México. Sobresale su estudio y análisis sobre el sistema modular que se construyó en la Universidad Autónoma Xochimilco. Ha publicado trabajos sobre los principales temas del debate curricular, su construcción conceptual, los relativos a la flexibilización curricular, al enfoque de formación en competencias y diversas aproximaciones a las metodologías de diseño y elaboración de planes y programas de estudios.
Dr. Ángel Díaz BarrigaLa relevancia de su trabajo en este campo ha hecho que sus pares académicos lo hayan invitado en dos ocasiones para coordinar el “Estado del Arte de la Investigación curricular en México”, en el marco del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), y a impartir conferencias magistrales en tres de sus congresos.
Su producción académica en el campo del currículo ha sido permanente; sus artículos se han editado en revistas científicas reconocidas por el índice de revistas científicas del CONACYT, y en prestigiosas revistas de otros países.
Sus trabajos en el campo de la evaluación educativa han sido pioneros y han marcado nuevas concepciones y estrategias para su estudio y aplicación. Fue el primero que señaló que había una transformación significativa en el ámbito de la evaluación educativa y es, quizá, el único autor mexicano que la aborda en toda su gama, referida a la evaluación del aprendizaje, tema sobre el que ha realizado un estudio puntual y sistemático de las limitaciones que presentan las pruebas en gran escala basadas en los exámenes nacionales (pruebas del CENEVAL, del INEE o ENLACE) e internacionales, en particular la prueba PISA; a la evaluación de los académicos, tanto en lo que referido a su actividad docente, como a la tarea de evaluación, y  a la acreditación  –institucional y de programas educativos–.
Su trabajo fue pionero en mostrar la parte conceptual de la evaluación y sus articulaciones con la toma de decisiones, como lo muestra su artículo “Tesis para una teoría de la evaluación y sus derivaciones para la docencia”. En el terreno de la evaluación del aprendizaje ha construido varios conceptos que han tenido un impacto significativo en el desarrollo de esta disciplina.
Por otra parte, confrontó la teoría de la evaluación desarrollada en el marco de la pedagogía estadounidense con la perspectiva didáctica en la que la evaluación del aprendizaje es un problema complejo que reclama múltiples evidencias. Su trabajo es pionero y un claro antecedente de lo que actualmente se denomina evaluación auténtica.
Con estos elementos ha hecho importantes propuestas para el trabajo que realizan los docentes en el aula. De igual manera realizó la primera investigación nacional sobre el impacto de los programas de estímulos en el ámbito de la educación superior y de la llamada carrera magisterial en la educación básica.
El establecimiento de los programas de acreditación en México, lo llevó a explorar la situación que a nivel mundial existe en el tratamiento de este tema. Como resultado de sus investigaciones, recibió una invitación del Instituto sobre Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC), de la UNESCO, para presentar los resultados de su investigación en el congreso que se realizó en Buenos Aires, Argentina, en 2005.
Con minuciosidad examinó las articulaciones y desplazamientos que se dan entre la acreditación de programas y la evaluación curricular. Díaz Barriga publicó varios estudios de evaluación curricular en la década de los ochenta, lo que le permitió señalar cómo la evaluación curricular responde a una perspectiva pedagógica y educativa, mientras la acreditación de programas se ha convertido en una actividad centrada en indicadores formales del desempeño institucional. Muestra, en la primer década del 2000, la manera en que la acreditación de programas desplazó significativamente al campo de la evaluación curricular.
Asimismo ha analizado la vinculación derivada de la política educativa entre evaluación y financiamiento. Ha realizado la única investigación empírica a nivel nacional, tomando como base 20 universidades públicas estatales, en las que ha analizado con detalle los efectos positivos y no deseados de este modelo de evaluación. Resultado de esta investigación es el libroImpacto de la evaluación en la educación superior. Un estudio en las universidades públicas estatales.
Entre sus actividades de docencia se desempeñó como profesor interino de asignatura de la licenciatura de Sociología de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en 1982 se desempeñó como profesor interino de asignatura en la maestría en Enseñanza Superior en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Aragón, actividad que desarrolló hasta 1985; entre 1986 y 1995 fue profesor de asignatura interino del Colegio de Pedagogía de la Facultad de Filosofía y Letras. En 1987 obtuvo, por concurso abierto, la titularidad de profesor de asignatura de Didáctica en el Posgrado de Pedagogía, actividad que continúa desempeñando hasta hoy. Así, en la UNAM ha dictado 24 cursos de licenciatura y 73 en programas de posgrado.
Ha dictado 56 cursos en programas de posgrado, como el de la Universidad Autónoma de Querétaro (1982-1990), en el programa de maestría en Educación, del cual fue coordinador académico. Desde 1995 y hasta la fecha, ha sido profesor del posgrado en educación de la Universidad Autónoma de Tlaxcala.
Su labor en el diseño de planes y programas de cursos y talleres para la formación de profesores y su quehacer como docente ha sido una de sus tareas centrales en el Centro de Didáctica y posteriormente en el CISE. En conjunto, ha dictado 60 cursos y talleres a profesores de la UNAM y de otras instituciones de educación superior, como la Universidad de Yucatán, la Universidad Pedagógica Nacional, la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y la Universidad Autónoma de Coahuila. Participó como profesor invitado en programas de formación organizados por el Departamento de Educación de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Ha colaborado y asesorado diversos proyectos y comisiones para la revisión curricular de programas de formación de profesores, de licenciatura y de posgrado en la UNAM y en otras instituciones de educación superior nacionales.
A partir de 1982 ha recibido invitaciones de diversas universidades de América Latina para impartir cursos en sus programas de posgrado o de formación de profesores, que suman 15 intervenciones.
Ha dirigido tres tesis y 40 informes recepcionales de educación normal, 38 tesis de nivel universitario, de las cuales ocho son de licenciatura, 16 de maestría y 14 de doctorado; actualmente dirige siete más. Ha sido integrante de comités tutorales y ha participado en exámenes profesionales y de grado.
Quienes han tenido el privilegio de ser sus alumnos, tutorados, becarios y colaboradores consideran al doctor Díaz Barriga como un maestro ejemplar, consistente, comprometido, que provoca e induce a sus estudiantes a la consecución de nuevas y mayores metas en su desarrollo profesional.
Ha organizado cinco congresos y nueve eventos especializados de carácter nacional, particularmente orientados a los temas de evaluación,curriculum y educación superior. Ha dictado 38 conferencias y ha realizado 53 presentaciones en eventos especializados en el extranjero. Además ha dado 163 conferencias en diversos congresos de educación, y otras 230 participaciones en congresos y encuentros especializados a lo largo del país.
Además de las publicaciones especializadas, el doctor Díaz Barriga ha publicado 30 ponencias en memorias y 25 artículos en revistas de divulgación, además de reseñas y otras colaboraciones, como participaciones en programas de radio y televisión sobre temas de su especialidad. Últimamente también ha dedicado sus esfuerzos a publicar textos en una plana el suplemento Campus Milenio del diarioMilenio, dedicado a la divulgación de diversos temas universitarios y de la educación en general.
Todo ello ha contribuido a que la obra de Díaz Barriga tenga un impacto nacional e internacional significativo. Varios de sus textos son aludidos de manera reiterada en programas de estudio de licenciatura y de posgrado, en procesos de diseño y revisión curricular y en proyectos de investigación educativa.
También resulta pertinente señalar la participación comprometida del doctor Díaz Barriga en la gestión y en los cuerpos colegiados de la UNAM y fuera de ella. Fue coordinador académico del posgrado en Pedagogía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y del posgrado en Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma de Querétaro. Asimismo, desde marzo de 1995 hasta marzo del 2003, fungió como director del Centro de Estudios sobre la Universidad (CESU) de esta Universidad, encabezando una gestión destacada para la consolidación y proyección académica de esta entidad.
Ha participado en diversos órganos colegiados de la UNAM: fue consejero interno del CESU y de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras; ha sido representante del personal académico ante el Consejo Técnico de Humanidades, y actualmente lo es ante el Consejo Académico de las Humanidades y de las Artes; fue delegado al Congreso Universitario de 1990 y presidente de Mesa.
En lo relativo a tareas editoriales, fue miembro del Comité y Consejo Editorial de laRevista Mexicana de Investigación Educativa del COMIE y director de la Colección Educación Superior en América Latina de Ediciones Pomares. Fue director de la revista Perfiles Educativos, quedurante su gestión fue la primera revista de educación aceptada en el Índice de Revistas Científicas de CONACYT. Actualmente es miembro del Consejo Editorial de la Revista de la Educación Superior de la ANUIES y director de un proyecto del IISUE con UNIVERSIA, la Revista Iberoamericana de Educación Superior (RÍES), cuyo primer número verá la luz en mayo de 2010.
Ha sido evaluador en el SNI y es evaluador del CONACYT para proyectos de investigación. Participó en el grupo de evaluación externa de la licenciatura en Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, así como del grupo que realizó la evaluación externa en la Universidad de la República, Uruguay. Fue evaluador externo del posgrado en Educación de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
Su obra ha tenido un impacto muy significativo en el medio educativo nacional e internacional, particularmente en el ámbito latinoamericano que lo convierte, en un especialista de referencia obligada en este campo. La pluma de Díaz Barriga y su comprometida participación en la formación de profesionales e investigadores educativos así como su compromiso con la difusión del conocimiento, ofrecen una importante interpretación del significado de la construcción de los ámbitos de la didáctica, el curriculumy la evaluación. El campo educativo tiene en Díaz Barriga un baluarte de compromiso, producción y rigor intelectual.

jueves, 6 de febrero de 2014

Rúbrica para valorar las competencias lectoras


El maestro Humberto Cueva nos presenta nuevamente la Rúbrica para valorar las competencias lectoras. Esperamos te sirva de apoyo...


Haz clic en:
http://humbertocueva.mx/2014/02/05/rubrica-para-valorar-competencias-lectoras/

martes, 4 de febrero de 2014

¿Reprobar al 10%, a la mitad del grupo o aprobar a todos?...


Compañero maestro (a): Te invito a reflexionar antes de reprobar o aprobar a un alumno. ¿Reprobar es culpa totalmente del alumno? ¿Del maestro? ¿De la falta de apoyo de los padres de familia?

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